La nueva geopolítica arancelaria de Trump: ¿en qué lugar queda Argentina?
- Observatorio de Política Exterior Argentina

- 23 sept
- 4 Min. de lectura
Por Gabriela I. Leonardelli*
El 2 de abril de 2025 el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció una subida generalizada de aranceles, siguiendo la misma línea que en su primera presidencia. La medida actual incluye un arancel base del 10% sobre casi todas las importaciones, que entró en vigor el 5 de abril, y aranceles recíprocos específicos por país que comenzaron a regir el 7 de agosto, luego de tensas negociaciones y acuerdos con distintos países. Mientras algunos estados sufren tarifas superiores por razones políticas o por no haber alcanzado un acuerdo comercial antes del vencimiento del plazo, otros han logrado reducir el porcentaje a través de negociaciones y concesiones. ¿Cómo afecta este nuevo escenario a nuestro país? ¿El alineamiento ideológico de Javier Milei con Estados Unidos ha traído beneficios concretos para Argentina?
Tras el anuncio de la imposición de aranceles estadounidenses a sus socios comerciales, Argentina inició conversaciones con Washington para negociar los términos de un acuerdo. Las tratativas se mantuvieron bajo confidencialidad, aunque trascendió que el presidente Javier Milei manifestó buena predisposición a la hora de adaptar la normativa local a ciertas demandas de la Casa Blanca, incluyendo el levantamiento gradual del cepo cambiario y la flexibilización de algunas restricciones aduaneras (OPEA, Informe 773). El gobierno argentino abandonó una primera idea de avanzar hacia un tratado de libre comercio completo; en cambio, se propuso un acuerdo comercial más acotado, con una lista de alrededor de 100 productos exentos de arancel (principalmente el sector energético y minero, como el oro), que deberían cubrir la mayor parte del comercio bilateral.
Para lograrlo, Argentina solicitó un listado de excepciones al Arancel Externo Común que rige a las importaciones del Mercosur, requiriendo el consenso de todos los miembros del bloque. Este punto se volvió especialmente delicado por el caso de Brasil: Donald Trump impuso aranceles del 50 % a las exportaciones brasileñas en medio de tensiones políticas que involucran el juicio al expresidente Jair Bolsonaro. A pesar de la afinidad ideológica de Milei con Bolsonaro, el gobierno argentino no se pronunció sobre la medida, priorizando un enfoque pragmático para obtener el respaldo del bloque a su acuerdo con Estados Unidos.
No obstante, los riesgos para la economía argentina no provienen sólo de los aranceles aplicados directamente a nuestro país, sino también del impacto sobre la economía global y sobre nuestros principales socios comerciales. El solo anuncio de estas medidas provocó ya un fuerte aumento del riesgo país, la caída de acciones y de bonos argentinos. En este contexto de volatilidad arancelaria e incertidumbre, también las empresas han postergado inversiones y proyectos debido a la falta de previsibilidad.
En este sentido, una de las industrias más afectadas es el acero y el aluminio, dado que los aranceles van desde 25 % hasta el 50 %. Como consecuencia, quizás se desarrolle una competencia interna entre aquellos metales que quedaron fuera del mercado, generando mayor presión sobre precios locales.
En cuanto al impacto agroindustrial, el arancel mínimo del 10 % encarecería los productos argentinos en Estados Unidos, reduciendo la demanda y generando una mayor presión sobre el tipo de cambio. Con menos ingreso de divisas por exportaciones, los dólares escasean y podría apreciarse el peso frente al dólar. En un informe divulgado en julio de 2025, el Ministerio de Agricultura estimó pérdidas cercanas a US$ 1.200 millones, afectando especialmente a los sectores de soja y productos bovinos (OPEA, Informe 778). Cabe aclarar que, aunque formalmente aún no se habían implementado los aranceles, las pérdidas reflejaban una anticipación por incertidumbre económica más que por efectos directos ya vigentes.
El nuevo contexto comercial obliga a la Argentina a enfrentar sus problemas estructurales para reducir su vulnerabilidad ante las volatilidades del sistema. El cierre parcial del mercado estadounidense podría aprovecharse como una oportunidad —o un camino forzado— para acelerar reformas internas, diversificar exportaciones y mercados, y fortalecer la capacitación e incentivos para que los exportadores exploren otras regiones. Esto también implica gestionar con cautela la relación con Estados Unidos, pero al mismo tiempo mantener vínculos activos con socios estratégicos que han sido igualmente afectados por la política arancelaria de Washington, como China y Brasil, así como con actores más neutrales, como la Unión Europea.
Para concluir, en el caso argentino, gracias a ciertas afinidades ideológicas y a una capacidad de negociación relativa, puede decirse que el impacto directo fue limitado en comparación con otros países - como el 50 % aplicado a productos de Brasil e India, el 35 % a Canadá o el 30 % a Sudáfrica, entre otros -. Sin embargo, el impacto indirecto resulta preocupante debido a la desaceleración global, la caída de la demanda y el efecto sobre los precios. En términos globales, la política arancelaria de Trump no solo golpea directamente a determinados países, sino que altera la frágil “previsibilidad” que sostenía el comercio internacional a través de acuerdos multilaterales, convirtiendo a los aranceles en un arma para premiar o castigar alineamientos políticos.
¿Cómo planificar a largo plazo en un mundo cada vez más fragmentado, volátil y menos confiable? La estrategia argentina debería pasar por diversificación de mercados, fortalecimiento de su competitividad y manejo fino de la diplomacia comercial, evitando depender de un solo aliado que pueda cambiar las reglas de la noche a la mañana.
*Licenciada en Relaciones Internacionales.
Referencias:
OPEA (2025) Informe 778. Disponible en: https://www.opeargentina.org/post/opea-778
OPEA (2025) Informe 773. Disponible en: https://www.opeargentina.org/post/opea-773



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