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Foto del escritorObservatorio de Política Exterior Argentina

Merkel visita la Argentina: La política científica en la contribución al desarrollo argentino


Por Gustavo Insaurralde


La semana pasada la Canciller Alemana Ángela Merkel visitó nuestro país. Con una apretada agenda, la jefe de gobierno alemán se reunió con el Presidente Macri a la mañana, visitó una sinagoga y el Parque de la Memoria, brindó una conferencia/debate en el Centro Cultural de la Ciencia y en la noche fue participe de una cena de honor en el CCK.

Al inicio de la Conferencia en el Centro Cultural de la Ciencia, Merkel declaró que Alemania contribuye al desarrollo de nuestro país por el aporte que las empresas de capital alemán realizan en materia de empleo. Más allá de esa contribución, uno de los puntales estratégicos de la cooperación germano argentina es la política de cooperación científica, de la cual Merkel hizo poco mención en la reunión.

El lugar de la ciencia y tecnología forma una parte esencial de la política exterior alemana para América Latina. Según la Estrategia de Política Exterior (Review 2010), además de las estrategias para combatir el cambio climático, el terrorismo y el desarrollo económico, la política de fortalecimiento de las redes de ciencia, innovación y educación es uno de los objetivos primordiales de tal política. Esta cooperación se desenvuelve en tres grandes ejes: el sistema de entrenamiento dual, es decir, la generación de instituciones que brindan educación vocacional, mencionadas en la conferencia, la cooperación en proyectos de investigación y la cooperación interuniversitaria y la promoción del alemán como lengua extranjera. De esta manera, cada misión extranjera alemana crea en la sociedad civil una red de organismos que fomentan estos objetivos estratégicos: el Instituto Goethe y la Iniciativa PASCH de escuelas de descendientes de alemanes para fomentar el alemán como segunda lengua; el DAAD para la gestión de becas, el Centro Universitario Argentino Alemán (CUAA), en materia de la gestión de proyectos de doble titulación universitaria y otros, como el programa IDEAR para formación de redes interuniversitarias entre instituciones alemanas y argentinas. A eso se suma la labor de la Sociedad Científica Max Planck, que realiza un compendio de oportunidades posdoctorales para investigadores latinoamericanos. Esto sin contar iniciativas desperdigadas que surgen a partir de agencias relacionadas a la internacionalización de la ciencia argentina como Becar o el Ministerio de Educación.

Alemania no sólo se constituye como una potencia científica a partir de su estrategia dedicada a la cooperación dirigida al desarrollo con Latinoamérica en general y Argentina en particular, sino la fortaleza del proceso de internacionalización de sus propios centros de investigación y universidades. Como indicador podemos tomar la conformación de la Agenda de Convocatorias para América Latina y el Caribe que realiza periódicamente Euraxess CELAC, de las cuales un 30% son convocatorias alemanas. Este dato cobra más fuerza en la medida que más de 20 países forman parte de esa plataforma.

Si la política exterior de la actual administración responde a la necesidad de una (re)inserción a las redes de innovación e inversión globales, la profusa política de internacionalización de la ciencia argentina es un instrumento con grande potencial a la hora de llevar a cabo este objetivo. El foco debe estar puesto en la creación de redes internacionales que fomenten agresivamente la internacionalización de la producción científica. De esta manera, se crean los instrumentos que, a largo plazo, pueden formalizar proyectos más grandes, complejos y de mayor anclaje que generan un beneficioso “efecto derrame” en la comunidad científica argentina.

La ciencia tiene grandes oportunidades si logra sortear los ya constitutivos cuellos de botella del sistema de producción científica en Argentina. Es por ello que más allá que los indicios económicos resulten poco favorables a simple vista, o esta relación bilateral solo parezca definirse a través de la cantidad de inversiones recibidas o la anuencia para participar en foros de gran impacto global como el G20, no hay que perder de vista que la política exterior debe ser el espacio para la formación de otras herramientas de proyección de soft power como el de la internacionalización de la ciencia.

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