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Foto del escritorObservatorio de Política Exterior Argentina

El Tratado de Libre Comercio de Uruguay con China

Por Gustavo Insaurralde


El Tratado de Libre Comercio de Uruguay con China. La aproximación argentina.

Consultado en una conferencia de prensa con medios uruguayos sobre la posible firma de un TLC de Uruguay con China, el presidente Mauricio Macri respondió que el apoyaría las medidas que ayuden a las necesidades del pueblo uruguayo. No obstante, agregó que el escenario más deseable sería una negociación conjunta, decidido por todos los miembros del bloque. Como consecuencia, tanto el presidente Macri como su par Tabaré Vázquez se reunirán para discutir estos temas, junto con la construcción de un puente que una Zarate con la ciudad de Nueva Palmira y la recepción de los informes de impacto medio ambiental de la Papelera Ex Botnia.

Tanto con esta administración como en la anterior, la agenda bilateral con Uruguay parece girar sobre temas tradicionales, como infraestructura e integración regional, junto con temas de la nueva agenda, como los conflictos medioambientales, fruto del conflicto con las papeleras. Esto es interesante remarcarlo ya que, si bien algunos analistas afirman que la administración Macri parece descuidar el frente regional, lo cierto es que su posición frente a la posibilidad de firma de un acuerdo de libre comercio de Uruguay con China, como sucedió en el año anterior con la posible adhesión al Tratado de Libre Comercio de Servicios, parece remitir a los mismos patrones anteriores: los pequeños países dentro del Mercosur deben plegarse a los intereses de los grandes y debatir sus conflictos internos dentro de mecanismos intergubernamentales ad hoc, es decir, conformados solamente por jefes de estado.

La modificación se encuentra, claro está, en la resignificación de las medidas para apaciguar los intereses hacia el afuera del bloque de los países pequeños dentro del Mercosur. A pesar del discurso integracionista del giro de la izquierda, las asimetrías regionales y la proyección centrífuga hacia potencias extrarregionales no cedieron, especialmente en su vocación reprimarizante y hacia China. Los estados pequeños combinaron los beneficios externos de este modelo de inserción pero quedaron constreñidos a los avatares comerciales del bloque del que forman parte con diferentes grados de libertad: más abierta en el caso de Uruguay, más pequeña en el caso de Paraguay. Esto fue combinado en diferentes medidas con una política exterior que buscó integrarse en las dinámicas regionales -y lo hicieron efectivamente de forma discursiva- a costa de perder iniciativa y proactividad en la dirección del núcleo económico del proceso de integración. Ahora parece abrirse otro escenario, discursivamente novedoso, pero que no parece augurar modificaciones sustanciales en el sistema de toma de decisiones o anuncios estructurales que influyan en la libertad de acción.

La administración Macri parece entender, como actitud “natural” más que una aproximación estratégica, que debe existir un equilibrio entre escuchar las demandas de los socios regionales cediendo libertades parciales a costa de no modificar un sistema de decisiones deficiente pero eficaz a la hora de gestionar el destino del Mercosur.

De esta manera, analizar la relación bilateral con Uruguay en esta materia nos ayuda a comprender las dinámicas subterráneas de la integración, más allá de los intereses de sus socios más grandes. En este tema es interesante observar también la posición brasilera, cuyo doble juego de recuperación de espacios, como el ensayo en la última cumbre de los BRICS, y la recuperación doméstica, parece anunciar que el desenfoque de resultados materiales y simbólicos del giro a la izquierda en materia de integración real está comenzando a emerger.

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