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  • Foto del escritorObservatorio de Política Exterior Argentina

Argentina y Japón: 120 años de relación bilateral

Por Oriana Cherini



Remontándonos a 1899, en el puerto de Yokohama en la bahía de Tokio, arribaba a bordo de la fragata Sarmiento la primera misión oficial de la República Argentina a Japón a cargo del comandante Onofre Betbeder. Esto fue concurrente con la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación de 1898, que entraría en vigencia en 1901. Este constituye uno de los primeros antecedentes de las relaciones bilaterales entre ambos países, lo cual daría lugar al establecimiento del primer Consulado de Japón en la Argentina en 1903 y la primera Embajada argentina en Tokio en 1952.

Luego de la segunda guerra mundial, Japón cambió su concepción de relaciones internacionales dominada por las variables político-militares a una comercial. En lo que respecta a América Latina, la principal motivación de vinculación fue el plan quinquenal de 1988-1992, que establecía participar de los mercados del tercer mundo y asistir al desarrollo de los mismos. Además, con la crisis de la deuda de estos países, Japón lanzó el Plan Mizayawa para contrarrestar su endeudamiento.

Hacia fines del siglo XX, debido a la disminución de las exportaciones mundiales de América Latina, Japón se concentró en buscar mercados que se consideraban más rentables. Sin embargo, la esfera de cooperación científica y cultural no menguó, sino que dio lugar a la creciente presencia de la Agencia de Cooperación Científica y Cultural de Japón o JICA.

En cuanto a la política exterior de la República Argentina, luego del periodo de aislamiento y ruptura que significó el proceso militar, no hubo un intento significativo de acercarse estratégicamente a Japón. Asimismo, las décadas de los 80 y 90 estuvieron caracterizadas por la disminución de los vínculos económico – comerciales de Japón con América Latina, no solamente por la crisis de la deuda en los países latinoamericanos sino también por la dificultad del país nipón ante el déficit en la balanza comercial con América Latina entre 1995 y el 2002 (Vaguéz, 2012).

Sin embargo, en ese periodo hubo un hito en la cooperación de Argentina-Japón que fueron los informe Okita I y II (en los años 1986 y 1996 respectivamente), los cuales fueron solicitados por el Gobierno Argentino a la JICA, para estudiar la situación económico-social de la Argentina (ABE, 2007). Esto permite analizar el rol preponderante de la cooperación técnica y científica aun cuando la vinculación económico-financiera estaba en un momento crítico.

Posteriormente, el nuevo milenio estuvo caracterizado por un giro interno en América Latina, por lo cual la política exterior argentina durante el gobierno de Néstor Kirchner y en los de Cristina Kirchner, estuvo focalizada en los asuntos de los países del sur y en la apuesta a la autonomía regional y nacional, haciendo fuertes avances en la cooperación e integración latinoamericana. Sin embargo, el año 2004 fue un punto de partida para el mejoramiento de las relaciones entre Japón y Latinoamérica, debido a los indicios de recuperación económica, según la percepción japonesa. Asimismo, Japón reconoció que la importancia de los países latinoamericanos radicaba en que se encuentran en: “(…) una fase de gran transformación histórica, con lo cual su escala económica es enorme. Sus 560 millones de habitantes (CEPAL, 2010) se equiparan a la población de ASEAN, y es un mercado potencial gigantesco no sólo para el comercio sino también para la inversión (…)” (Vaguéz, 2012).

Debido a esto, y con la nueva gestión a cargo del presidente Mauricio Macri, se presenta la propuesta de retomar las relaciones económicas-comerciales con los socios históricos, entre los cuales se encuentra el gigante japonés que no había sido parte de los socios privilegiados en gestiones anteriores. Ello se justifica en la política de atracción de inversiones que la gestión macrista tiene como prioridad. Es decir, que las relaciones internacionales son vistas, entre otras cosas, como una herramienta de fomento y atracción de capitales extranjeros. Aunque esto podría verse como una consideración ideológica de tinte neo-liberal, se encuentran algunos hechos que podrían tenerse en cuenta como impulsores de dos ámbitos fundamentales: el oficial-diplomático y el empresarial-comercial (Bonomelli, 1992). El primero se caracteriza por la reconsideración de la posición que tiene Japón para la República Argentina, ante la decisión en el año 2015 de priorizar al país japonés. La materialización de esto se encuentra en el anuncio del Primer Ministro Shinzo Abe acerca de la asociación estratégica entre ambos países y la ratificación de la misma con la visita de Mauricio Macri a Tokio en el 2017. Asimismo, se observa en la negociación del Tratado Bilateral de Inversión y del Acuerdo de Cooperación en materia aduanera.

Por otro lado, el ámbito empresarial-comercial se refuerza ante la evidencia del aumento de empresas japonesas en la Argentina, en particular en la explotación de litio y en la industria automotriz.

Por lo anteriormente desarrollado, se puede entender que las vinculaciones entre Argentina y Japón han variado en las últimas décadas entre los ejes de la cooperación diplomática-política, comercial-financiera, y científico-técnica. Aun así, en la actual gestión, la búsqueda de mercados inversionistas como lo representa el caso japonés, es una de las motivaciones principales del uso de las relaciones internacionales como herramienta para el desarrollo de la Argentina, según el análisis internacional del Gobierno de Mauricio Macri; como planteaba en su momento el Informe Okita: “(…)Un desarrollo sostenido necesita de un desarrollo industrial y en el siglo XXI también de la inversión extranjera directa (IED) con política abierta. La industria, en cualquier economía, puede ser una locomotora de crecimiento económico y ejercer repercusiones positivas a través de economía. Sin industria no hay posibilidades de desarrollo nacional, lo que es verdad en Argentina también (…)” (ABE, 2007).

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